12/24 Diciembre 31, 2023.
Ayer Valladolid y hoy se suponía que playa… playa, playa, playa… por suerte mucha gente en el tramo terroso vial para entrar.
El sol por primera vez pega con normalidad en Tulum, el pronóstico indica que mejorará la sensación térmica progresivamente en la costa este.
Espero que suceda lo mismo en la capital, amor mío, aunque se que el calor volverá realmente conmigo en mi regreso.
Al final nos dirigimos a un cenote.
El concepto del cenote y como se privatizan los terrenos en virtud de un dueño que tematiza la zona es bastante trascendente, aunque es tema de otro momento.
Y de otro sitio.
El capitalismo es agua estancada en el rio de otros escritos, no de el pozo natural expuesto en este escrito, en estos veinticuatro escritos, amor mío.
Llegamos al cenote, perdí la señal telefónica desde poco antes de llegar, me sentí más incomunicado de lo que ya estaba, en compañía de la estrella de la mañana.
Llegamos y pude desvincularme emocionalmente un poco.
A veces no cuestiono al universo y las circunstancias porque sigo creyendo en mi amnistía viva.
Que todo pasa por algo, lo descubrí la primera vez que observé este sitio acuoso.
Creo encontré un nuevo lugar favorito con características sumamente particulares mi amor, aunque mencionan que hay que tener sumo respeto a estos “hoyos” acuosos por las cuevas anexadas ajenas a la superficie.
Dentro del cenote sentí una extraña sensación de paz y tranquilidad.
El cielo se encontraba despejado ante la sombra de las palapas y la húmeda vegetación de la clásica selva de la cercanía a Mérida.
Estando a flote de “muertito” aprecio los vestigios del fin de la época navideña, aunado a la culminación del invierno 23 de mi vida.
Resumiendo.
El futuro año bisiesto pinta bien, una pizza en el proceso de cocción nos espera como cena. Una preciosa a más de 500 kilómetros me espera, curiosa culminación como brazas en Mérida, amor mío.
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